Testimonios

En Asociación Estima, acompañamos a pacientes, familias y profesionales en el camino hacia la recuperación de los Transtornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Descubre sus historias y como el apoyo adecuado puede marcar la diferencia.

LAS VOCES EN MI CABEZA MANEJABAN MIS ACCIONES Y TODA MI VIDA

Testimonio anónimo.

Hola, soy una chica de 17 años, y soy una paciente recuperada de Anorexia Nevosa, AN. Empecé con este trastorno a los 12 años, con el único deseo de verme más delgada, pues en ese momento tenía sobrepeso y no me gustaba como me veía en el espejo.

Reduje mis porciones de comida poco a poco, hasta el punto de, algunas veces, botaba casi toda mi comida cuando no me veían o estaba en el colegio. Hacía rutinas de ejercicios de manera excesiva todos los días y, cuando tenía que salir con la familia o celebraciones de cumpleaños, si visitábamos lugares que yo consideraba de comida chatarra, solo comía la mitad del plato, y luego cuando regresaba a casa hacía ejercicio hasta más no poder además, tomaba botellas de agua constantemente para tener el estómago lleno y así evitar comer “más de lo necesario”.

Aunque nunca llegué a desmayarme, después de algunos meses tenía constantes mareos, empezaba a sentir los efectos de lo que estaba haciendo, pero como realmente no me importaba, simplemente los ignoraba y continuaba con mi misma rutina de todos los días, que poco a poco se iba convirtiendo en un infierno…

Las personas cercanas a mí empezaron a notar mi cambio, especialmente mis profesores, en el 2° año de la enfermedad ya me veía demasiado delgada a pesar de que siempre trataba de ocultarme en mis suéteres, supongo que mi rostro me delataba, y por el hecho de que siempre evitaba comer en el colegio decidieron que debía ver al psicólogo y hablar sobre mi estado porque claramente habían descubierto que algo estaba mal. Reconozco que fui muy cerrada en esos años, decía las mismas mentiras de siempre de la forma más convincente posible, de modo que esas personas dejaran de hablarme y me dejaran en paz, recuerdo que me perturbaban demasiado.

El 2.º y 3° año fueron los más difíciles, mi mamá se dio cuenta de lo que estaba haciendo y, por lo tanto, trababa de sacármelo a la luz, pero yo, nunca le respondía, las conversaciones se volvieron peleas en las que ella hablaba y yo simplemente lloraba silenciosamente, aguantando todo lo que tenía por dentro.

Llegó finalmente el momento en que me controlaban las voces en mi cabeza, estas manejaban mis acciones y toda mi vida; a mis 14 años, me había resignado a que estaba consumida por esta enfermedad y no había nada ni nadie que pudiera sacarme de ella, la depresión ya estaba dentro de todo ese círculo vicioso y aunque trataba de ocultarlo a mi familia y amigos, en el fondo yo era consciente de que me sentía muerta en vida, con un infierno mental dominándome, la felicidad de una niña que alguna vez tuve se había ido por completo.

En la segunda mitad del 3° año, empecé con mi proceso de recuperación, al principio, el hecho de ir con una psicóloga y una nutricionista no era algo que me alegrara, más bien contribuía a mi estrés diario e iniciaba una guerra de pensamientos y emociones cada vez que tenía que ir a una cita. Al principio seguía cerrada y no me abría a ninguna ayuda o proceso que contribuyera a mi salud física y mental, pero era porque yo no quería, tenía miedo de que todo lo que “había logrado” se destruyera, pero luego de dos meses de constante lucha interna, más que resignación, fue un momento en el que fui consciente de lo que había hecho y como estaba condicionando mi vida para siempre, si no ponía de mi parte.

Entonces poco a poco gracias a Dios, me fui abriendo a todo el proceso de recuperación y decidí concentrarme en otras cosas que mantuvieran ocupados mis pensamientos para no volver a caer, nunca fue fácil, al contrario, fue otra lucha que tuve que enfrentar, fueron 4 años de sufrimiento y lucha, pero con la diferencia de que esta vez había decidido ganarla porque sabía que sería un enorme beneficio para mi vida.

Lo que quiero dejarles con mi testimonio, a todos las/os niños/as y adolescentes que están pasando por esto es que, a pesar de que crean que están haciendo la manera correcta de mejorar su cuerpo, o creen que es la única manera en que lograrán llegar a sentirse satisfechos consigo mismos en algún momento, quiero decirles que ese momento nunca llega, y que están muy equivocados; hay una forma correcta y buena de hacerlo, y es con la ayuda de Dios, de profesionales especializados en Trastornos de la Conducta Alimentaria, TCA y la familiar.

No digo que sea fácil y rápido, pero nunca es muy temprano o muy tarde para comenzar un tratamiento, la principal ayuda que puede tener es la de su mente, esta enfermedad es más psicológica que física, por lo tanto, está en sus manos, o más bien en sus pensamientos, el parar todo el sufrimiento y tratar, de la mejor manera posible, de cambiarlos por pensamientos de razonamiento y conciencia, aceptando la realidad de lo que son los TCA.

El mayor poder que puede tener un ser humano es el de su mente, porque la mente es la que nos condiciona para bien o mal, la manera como queremos realizar nuestras acciones y cómo queremos vivir nuestra vida. Mi consejo es, no dejen que su mente los domine con esas voces que están en su contra, cambien sus pensamientos, ustedes son los dueños de sus mentes, no dejen que pase lo contrario.

No lo hagan solos, busquen la ayuda de Dios, principalmente, de profesionales especializados en TCA, de sus familias y amigos, será más fácil de callar esas voces de su cabeza. Ustedes dominen esas voces, siléncienlas, tengan la seguridad de que Uds. son mucho más fuertes que ellas. No se dejen dominar por algo en que realmente no vale para nada la pena gastar su tiempo valioso de vida…. Verán como poco a poco encontrarán la salida de ese círculo de sufrimiento del que se llega a pensar que nunca se saldrá.